sábado, 14 de abril de 2018

La dura batalla

Hace días que me da vueltas en la cabeza la frase que un amigo mío indio (no hindú, que esa es otra historia) ha colocado en su perfil de Facebook. Literalmente dice así: “Be kind, for everyone you meet is fighting a hard battle”. La frase, atribuida a Platón, se puede traducir así: “Sé amable, porque todos los que conoces están librando una dura batalla”. ¡Cómo cambiarían nuestras relaciones si la tuviéramos siempre presente! La enfermera que llega a la cama de un enfermo y le grita porque se ha desconectado el suero reaccionaría de otra manera si cayera en la cuenta de que ese pobre anciano está librando la dura batalla entre la vida y la muerte. El familiar del anciano que reprocha a la enfermera su actitud con malas palabras afrontaría la situación de otra manera si comprendiera que también ella está peleando la dura batalla de un estrés que la consume. Cada vez que nos encontramos con alguien y lo saludamos deberíamos pensar en la (más que posible) dura batalla que está teniendo lugar en su interior. A veces, esa persona puede estar agobiada por un problema de salud, una mala noticia recibida, una deuda económica, una experiencia de malos tratos o abandono, una situación de acoso laboral, un brote depresivo, una decisión equivocada, un trauma infantil o un sentimiento de culpa. El hecho de pensar, siquiera un par de segundos, en que algo de esto puede estar sucediendo dentro de esa persona nos ayuda a evitar juicios sumarísimos y a tratarla con amabilidad. 

Incluso las personas que parecen más despreocupadas no se libran de alguna batalla interior por pequeña que sea. Siempre hay un nudo que desatar, una crisis que afrontar, un problema que resolver. No conozco a nadie que lleve una vida completamente pacífica, ni siquiera aquellos que confiesan que viven en paz. ¡Qué injustos solemos ser cuando descargamos nuestra agresividad, nuestra descortesía o nuestra indiferencia sobre personas que tal vez nos han infligido algún mal, pero que tampoco ellas están exentas de males contra los que pelean cada día la dura batalla! Meterse en la piel del otro, imaginar lo que se está cociendo por dentro, practicar la empatía, nos ayudaría a crear relaciones más sanas y constructivas. El laboratorio en el que se comprueban estas actitudes es siempre la propia familia. En ella aprendemos a buscar siempre nuestros intereses o estar atentos a las necesidades de los demás miembros. En ella nos ejercitamos en un lenguaje agresivo o amable. En ella practicamos la capacidad de estar atentos o de permanecer indiferentes. Con el bagaje adquirido en la familia nos enfrentamos a la dura batalla de la vida. En el fondo, no hacemos sino reproducir, a escalas diversas según las personas y circunstancias, lo que hemos aprendido de niños. 

Ya he escrito en otra ocasión que ese mundo subterráneo que es el metro constituye también otro laboratorio donde se ponen a prueba nuestras actitudes. Lo estoy comprobando estos días en el metro de Madrid. Me sorprenden por igual las actitudes amables de algunos viajeros (tanto jóvenes como mayores) y las actitudes groseras de otros (casi siempre jóvenes). No es fácil ser amable en medio de la masa y con personas desconocidas. Entonces, puede salir a la superficie el tigre que todos llevamos dentro. Quien, a pesar de la presión, no pierde las formas, trata con corrección a los demás, respeta los espacios y el mobiliario, mantiene una actitud decorosa y solidaria, demuestra que ha aprendido que todos estamos librando una dura batalla y que, por tanto, no conviene reponer las flechas del carcaj con malos modales o palabras agresivas. En el caso de que el viejo filósofo Platón fuera el autor de la frase, hay que reconocer que estaba en lo cierto. La amabilidad no tiene contraindicaciones; la agresividad, todas.


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